martes, 6 de julio de 2010

La princesa y la reina

Julia llevaba un buen rato, como era habitual en los días de fiesta, tratando de conseguir que su pequeña Nerea, despertara. Como siempre, remoloneaba a pesar de haberle descorrido las cortinas de la habitación, de haberla zarandeado discretamente y de cada poco tiempo ir gritando su nombre, habiendo dejado la puerta de su habitación abierta, mientras se afanaba en preparar los desayunos de ambas y avanzaba lo que buenamente podía en las faenas caseras. Pero nada, Nerea parecía tener un sexto sentido para detectar aquellos días que no era obligatorio levantarse para ir al colegio. También era cierto que esos otros días, su progenitora, empleaba el código cero de permisividad para evitar la menor demora en hacerle saltar de la cama e iniciar el aseo y demás preparativos. No era el caso del día que nos ocupa, porque precisamente le correspondía pasar la jornada con su padre, separado recientemente de su madre.
Acercándose por enésima vez a la habitación de su hija, con la más firme intención de sacarla de la cama, por las buenas o por las menos buenas, se encontró con que ya comenzaba a desperezarse, sin demasiado entusiasmo, pero por lo menos se hallaba sentada en la cama.
-¡Vamos, cariño, que te estás retrasando mucho y recuerda que papá está a punto de venir a buscarte ¡
-¡Jo, “Ma”, si es que no me apetece ir con él!
-Mira, nena, no digas bobadas, con la ilusión que te ha hecho siempre.
-“Ma”, ¿ qué es más una Reina o una Princesa ?.
-¿A qué viene esa pregunta ahora?.
-Tu contesta, luego te lo explico.
-Pues una Reina, porque generalmente es la madre de la Princesa-contestó Julia, muy intrigada por la pregunta de su hija.
-Entonces primero va una Reina y después una Princesa, ¿no?.
-Depende para qué, pero si; ese es el orden natural. Pero explícate, porque no entiendo adónde quieres ir a parar.
-“Ma”, ya te he dicho que luego, pero no me pienso arreglar. No quiero ir con papá. Me quedo contigo.
-Nerea, explícame lo que quieras, pero mientras te arreglas y desayunas, porque hoy es el día que te toca ir con papá y no quiero líos. Así que mas te vale dejarte de tonterías, no vaya a ser que nos pille tu padre a medio arreglar y tengamos otra trifulca.
-“Ma”, ¿qué es una trifulca?.
-Pues...mira, en estos instantes ni sé como explicártelo, pero se trata de algo muy desagradable y mas estando tu padre por medio. Espabila, y a la noche te lo aclaro con más detalle, cariño.
Julia, mientras tanto trataba de ir vistiendo a la niña, que no cesaba de poner impedimentos, consiguiendo que su madre se agobiara por momentos.
-Puedes hacerlo ahora, “Ma”, porque no pienso ir con papá.
-Mi vida, no seas cabezota; ya te he dicho que hoy te toca ir con papá y es mejor que tengamos la fiesta en paz. Vamos a ver, ¿por qué, ahora, de pronto, no te apetece pasar el día con papá?.
-Pues porque yo antes era su Princesa y ahora que se, porque tú me lo has dicho, que ser Reina es más que ser Princesa, pues que se quede con su Reina.
Julia escuchó atónita a la pequeña, sin saber que responder y antes de ocurrírsele una contestación oportuna, Nerea, volvió con una nueva pregunta.
-“Ma”, cuándo papá y tu vivíais juntos, ¿él te decía que eras su Reina?.
-¡ Ejem!- titubeó confundida Julia, antes de acertar a contestar a la
pequeña- digamos que sí, que así me llamaba casi siempre.
-Pero ahora ya no eres su Reina, ¿verdad ?.
-Pues...no, la verdad es que ya no soy su Reina, pero eso no importa nada
entre nosotras.
-A mí sí que me importa. Porque si tú no eres su Reina, yo no quiero ser su
Princesa; además es que no me gusta nada su Reina de ahora.
-Pero, ¿por qué? El sigue siendo tu papá y te quiere mucho. Eso no tiene nada que ver con el que yo haya dejado de ser su Reina.-dijo, tratando de restar importancia al comentario de la pequeña.
-Ya, pero es que tu eres muy diferente a su nueva Reina.
-Bueno, es lógico que a ti te guste yo más que ella, porque eres mi hija y lo natural es que me quieras; como madre tuya que soy, pero verás como poco a poco te vas a encariñar con esa mujer. Por cierto, que no sé cómo se llama, ¿tu si?
-Pues claro, “Ma”. Se llama Rosa, pero papá siempre le dice Reina o
cariño. ¿A ti te llamaba igual?
-Pues, si, por el estilo. De todas formas creo que casi siempre es lo mismo: Empieza una por ser Reina y acaba por ser cortesana, pero eso son cosas que a ti no te interesan ahora, ya te irás enterando con el tiempo, así que
abrevia, que papá ya estará a punto de llegar.
-“Ma”, ¿cómo te tengo que decir, que me quiero quedar contigo?
-Ya, ¿y si yo estoy esperando a un Príncipe que me saque a pasear, que?.
-No importa, pues si es un Príncipe, preferirá pasear conmigo, que soy una
Princesa. Recuerda “Ma”, yo soy una Princesa. A mí no me han quitado la
corona.
-¿Quién te ha dicho que a mí me la hayan quitado, eh?.-contestó Julia,
fingiendo un morrocotudo enfado.
-Nadie, pero si antes eras la Reina de papá y ahora es Rosa, pues será
porque te has dejado quitar la corona, ¿no?.-argumentó Nerea, con infantil
lógica. Al ver la cara de perplejidad de su madre, trató de consolarla,
aunque no dejaba de ser una reflexión que ya se había hecho antes muchas otras veces.
-Lo que no me explico es por qué: Tú vales mucho más que su nueva Reina.
-¡Menos mal!.
-¿Verdad?. Mejor para nosotras; Estamos muy bien solas.
-Ya, pero si mamá encuentra un nuevo Rey, que le haga tilín, ¿qué
hacemos?.
-Pues nada. Pero, ¿no sería mejor hablar con papá, por si esta Reina deja de
gustarle y vuelve a ponerte la corona? ¿No te parece?.
-No sé, no sé que decirte. Como idea no es mala. Pero habiéndose dado
tanta prisa para encontrar una sustituta, no lo veo nada claro.
-¿Si no te importa que se lo pregunte, a lo mejor, ahora, sí que me apetece
ir con ellos hoy?.
-No te hagas ilusiones cariño, pero haz lo que quieras. Pero sobre todo no
le digas nada estando su Reina delante, ¡ eh ¡

Nerea, presa de un súbito entusiasmo, desayunó como hacía tiempo
no recordaba Julia y se dejó arreglar con inusitada emoción.
-Deja “Ma”, no te preocupes. Cuando vuelva esta noche, seguro que te
traigo otra vez tu corona y volverás a ser nuestra Reina.
Julia, despidió a su hija con una enorme sonrisa aflorándole a la boca y un racimo de lágrimas a punto de inundarle los ojos.


Por Terrón de tierra.

2 comentarios:

  1. Amigo Antonio: ya te lo mencioné, me gustó mucho este magnífico relato. Te seguiré día a día. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Querido Fernando:
    Gracias por tu comentario. Me alegro que te gustara. Yo ya me hice seguidor tuyo. Tu poesía es limpia y pura. Un abrazo. Antonio

    ResponderEliminar