martes, 18 de enero de 2011

Color sepia

Si te fijas bien, a nada que le prestes un poco de atención a esa vieja foto en color sepia que corresponde al embarque del abuelo Cosme rumbo a Venezuela, le podrás distinguir sin demasiada dificultad. Mira bien y centra tu mirada en ese mozalbete de gallardo porte: el abuelo siempre fue un buen mozo; eso si, no pretendas encontrarte la misma imagen del abuelo que conociste, aunque fuera casi de refilón, en tu infancia pues no mucho mas pudiste disfrutar de su compañía. Parece que le corría prisa marcharse al otro mundo, una vez que nos dejó bien colocadas en éste, y ahora no vayas a creer que la expresión esa de <>, es una metáfora nacida al buen albur de aquel viaje a esa bella tierra caribeña que le acogió de joven.
Repara en ese, el mas alto, el que destaca detrás del señor del sombrero, al lado de la chimenea de la izquierda, fíjate bien porque a pesar de todo le has de reconocer. Lleva el pelo peinado a raya y mira hacia abajo, hacia la tierra que pronto va a dejar atrás, muy a su pesar; o sea, en cuanto zarpe el buque, para marchar en busca de un porvenir que aquí presumía esquivo. Porque la instantánea indica que el barco aún no había zarpado, el viento sopla de través, se nota en el ondear de la bandera, y ese es un viento propio de una nave todavía fondeado en el puerto, aunque en este caso estuviera presto a levar anclas, según la actitud del resto de la gente. Verás que está solo; como solo marchó a esas lejanas tierras y, no creas, aquí dejó poco, muy poco, apenas nada, unos tristes recuerdos que enseguida se afanó en olvidar, a pesar del arraigo con que los llevaba prendidos. Familia lejana y evocaciones de una infancia triste, muy triste; que esa si, esa n consiguió borrar nunca. Podríamos decir que su familia empezó a crearla allí, allende de los mares y se inició a partir de él.
La de antes, la exigua familia de antes, ante la tesitura de verse abocada a mantenerle eternamente, prefirió buscarle acomodo lejos; tanto, que desde allí no les pudiera pedir ayuda. Se ve que los restos de ésta, que le quedaban a este lado del mar, no confiaban mucho en sus capacidades y prefirieron embarcarle al buen albur, mejor que cargar con la responsabilidad de hacerle un hombre de bien, sobre todo por el costo que ello podría representar. Por eso digo que la familia de tu abuelo, mi padre, comenzó gestarse en ultramar, a partir de su llegada a Venezuela, siendo aún un mozalbete sin oficio ni beneficio; nadie, aquí, se preocupó de proporcionarle alguno del que pudiera obtener réditos ni para sí mismo, ni para ellos.
Fíjate bien en la foto porque es una de las pocas que nos quedan de aquella época y ni se como el abuelo logró hacerse con ésta, porque obviamente él no era el objetivo de ella. Mira por donde, es una de esas cosas que nunca se me ocurrió preguntarle. Si supe, porque me lo contó el varias veces, que partió del Puerto de Cádiz a bordo de un buque que hacía la travesía hasta el puerto mas cercano a la capital, el llamado puerto de La Guaira. Desde allí tomó el autobús que le dejaba en el centro de Caracas. Una vez en la terminal de los autobuses tenía que telefonear a unos parientes lejanos que eran los que le iban a acoger en principio.
No, no viajaba nada feliz el abuelo, porque estaba íntimamente convencido de que el recibimiento a tributarle por esos lejanos y desconocidos parientes sería antagónico a la enorme satisfacción demostrada, y a duras penas disimulada, por los algo menos lejanos parientes que le habían embarcado aquí, despidiéndole a pie de muelle, sin apenas una lágrima de compromiso siquiera. Se consideraba; así se lo habían hecho comprender sin muchos miramientos, un bulto incómodo, un estorbo, alguien sin futuro. El triste residuo de una pequeña familia aniquilada por una epidemia de tifus de la que el resultó ser el único superviviente.
Seguramente apreciarás que era un muchacho fornido y que tenía una abundante mata de pelo que suscitaba envidias; según contaba, lo cierto es que se mostró muy orgulloso siempre de su hermosa cabellera que conservó casi intacta hasta muy avanzada edad, con la única diferencia de la evolución natural del color del cabello, tornándose blanco debido al inexorable paso del tiempo. Sin dejar de considerar la posibilidad de que ese florecimiento de las canas, fuere un retardado alegato contra las vicisitudes que hubo de pasar a lo largo de su dilatada estancia en Venezuela, aunque bien es verdad que respecto a eso de las vicisitudes pasadas, la fecha de su comienzo datara de mucho antes. Nunca antes, su vida, había estado exenta de ellas. Probablemente le recordaras con mucho pelo para su edad, como era bien notorio, por mas que fueras muy pequeña cuando murió. Lástima que no pudieras disfrutar mucho de su compañía y a tu edad; a la de entonces, hay que entender, que aún no pudieras ser una interlocutora adecuada para comprender del todo la experiencia que almacenaba en ese cerebro externamente plateado, ni que tampoco sintieras las inquietudes que ahora tanto te apremian sobre su vida.
Antes te decía que pronto se le empezaron a borrar los recuerdos de lo que dejaba atrás, pero no es del todo exacto y en aras de la verdad he de decir que nunca olvidó su pueblo y desde el primer instante de partir hacia su nuevo destino, le asistió el deseo de volver alguna vez y a ser posible para quedarse. Y lo verdaderamente importante es que lo consiguió. Eso si, tardó lo suyo, pero lo consiguió y murió, tal y como quería, en su pueblo natal, éste.
No se yo, si de vivir mi madre, tu abuela, le hubiera resultado tan sencillo porque ella era muy de su tierra; bueno, al fin y al cabo nada que reprocharle: tal para cual, pero hay un refrán de por aquí que dice, y no te asustes que es bien real: <> Pero ella murió al poco de casarme yo y a partir de ese momento la vieja idea cobró inusitada fuerza en la cabeza de tu abuelo y enseguida pasó a convertirse en una obsesión.
Ya estaba muy enferma y todos sabíamos que su fin estaba cercano, por eso nos precipitamos y decidimos casarnos enseguida, para que ella pudiera asistir a la ceremonia. ¡Le hacía tanta ilusión verme vestida de novia!; tanta, como para hacerme pensar que solo ese afán le alargó la vida hasta casi el momento justo. Pero, después, relativamente poco después, nos dimos cuenta que no había sido una buena idea; la de casarme, quiero decir.
Tu padre y yo, como luego se demostró, éramos inmaduros todavía para afrontar una vida en común. Quizás también influyera que no estaba mamá para suavizar las tensiones, porque el abuelo para eso no servía, era demasiado pragmático y para reconducir un matrimonio como el nuestro, que enseguida entró en una espiral de desilusión y hastío, hace falta mucha mano izquierda y el abuelo tenía muchas cosas buenas pero eso no; mano izquierda no, de eso no tenía.
Nunca estuvo de acuerdo en que nos casáramos, aunque reconociera que la intención de hacerlo tan pronto para darle esa satisfacción a mi madre fuera muy loable, pero aventuraba que éramos demasiado jóvenes y necesitábamos mas tiempo para consolidar nuestra relación. Y el tiempo le dio la razón. ¡Qué pocas veces se equivocaba!
Ni siquiera duró nuestro matrimonio hasta que nacieras tu. Para entonces nuestras relaciones se habían enfriado lo suficiente y ya no hacíamos vida en común. Obtener la separación legal fue coser y cantar, sobre todo teniendo el abuelo las buenas relaciones que tenía en casi todos los estamentos. Para entonces mi marido; o sea, tu padre, hacía tiempo que se había desentendido de nosotras dos, pero de eso no quiero hablarte ahora.
Lo de la nulidad le costó un poco mas, pero tampoco creas que tanto. Nos la concedieron cuando ya teníamos los pasajes para volvernos a la tierra que le había visto nacer y que tanta ilusión le hacía enseñarme, por mas que ya casi la conocía tanto como el mismo, por la cantidad de explicaciones que me había dado a través de las maravillosas veladas que pasamos juntos. Pero esa es otra, porque tu abuelo se empeñó en hacer el viaje de vuelta en barco, porfiando que debía volver a su tierra de la misma manera que había salido de ella, aunque desde que lo hiciera la aviación hubiera progresado notablemente. Te puedo asegurar que no era de ningún modo una cuestión económica; no, ni mucho menos, el no era tacaño y menos para la familia, lo que si era muy meticuloso para los gastos superfluos. O sea, que se figuraba que si no desandaba el camino hecho muchos años antes, y de la misma manera, era como si solo viniese de visita, de vacaciones; y no era eso, porque quería envolver el viaje en una pátina de retorno cabal. Así era y así le quería yo, su única hija.
El abuelo procedió a vender sus dos prósperos negocios: una estupenda librería; créete que era de las mas renombradas de allá, además estaba en un lugar muy céntrico de Caracas, y un taller de reparación de autos, que había sido donde encontró su primer empleo y mas tarde consiguió comprárselo a su dueño, el primer y único patrón que tuvo, un hombre ya mayor y sin hijos. También vendió la magnífica casa en la que habíamos vivido tan ricamente, pero que ya resultaba demasiado grande para nosotros tres, y con el sueño de seguir con alguno de sus negocios aquí, nos embarcamos rumbo a Cádiz, dispuestos a emprender una nueva vida.
No vayas a creer que me costó tanto dejar nuestra tierra, ¿y sabes?, eso porque yo soy mas de la familia que de la tierra y mi familia erais tu y el abuelo; o sea, poca cosa, pero según se mire, como todo, y digo poca cosa, no en sentido peyorativo sino como una unidad que no abultaba mucho, por eso resultaba fácil de acoplar en cualquier sitio. Tampoco es que el abuelo se conformara con lo que fuera para sus dos mujeres; su mayor tesoro, como le gustaba decir, pues nos trajo aquí y nos colmó de felicidad con las decisiones que tomó.
Observa bien esta misma librería que montó en el pueblo, pues es casi idéntica a la que tenía allá. Ésta un poco mas chica, pero es indudable que no se puede comparar el pueblo con Caracas; aunque yo, ahora, no la cambiaría por aquella, ni el pueblo por la ciudad. Ésta es muy linda y es un recuerdo muy bonito del abuelo, ¿no te parece? Fue muy buena idea, pues aunque nos dejara dinero suficiente, mejor que nos dejara la forma de ganarlo y ser autosuficientes, ¿verdad?, esto es lo mas grande. Además, no se si sabes que el abuelo, de joven, conoció a la abuela porque era la hija de los dueños de la librería cercana al taller en el que trabajaba él. Un día, el dueño de ese taller de reparación de autos, mandó a tu abuelo a comprar un talonario de recibos y así se conocieron. Desde entonces, mi padre, que se había quedado prendado de ella, la cortejó a todas las horas disponibles. Parece que la abuela no se hizo demasiado de rogar y, tras un noviazgo de los de antes, se casaron. La abuela siguió trabajando en la librería de sus padres, que mas tarde, al morir ellos y siendo hija única, heredó. El joven matrimonio vivió algún tiempo en el amplio piso de la familia de ella, situado encima de la propia librería, compartiendo vivienda con sus suegros. El abuelo no era muy comunicativo y a veces la gente se confundía con esa forma de ser, le tenían por huraño, pero era muy sociable estando en un ambiente apropiado, además era de buen conformar.
Otro sueño que tenía el abuelo y que sospecho que no lo va a ver cumplido; ni siquiera desde el otro mundo, si es que desde ese lugar nos vigila, como le gustaba hacer cuando aún estaba entre nosotras, aunque buen empeño ponía en no hacerse notar. Me refiero, a verme casada con alguien de aquí. No se, ¿qué quieres que te diga?, como que me da pereza embarcarme en una nueva aventura del tipo que lo es el matrimonio. Sí bien es cierto que a veces echo de menos una caricia, un abrazo, un beso, ¡ay hija, no te espantes!, sigo siendo una mujer y tengo mis carencias, eres muy joven aún pero ya lo irás entendiendo. No me desagrada la compañía masculina, pero eso de meter entre nosotras a un hombre a pensión completa, no termina de convencerme. Si cambiara de parecer; que no creo, Fernando, el de la botica, no sería mal candidato. Pero eso, si me decidiera, porque creo que a ti tampoco te parece mal, según me has dicho alguna vez. A veces, cuando me acompaña alguna tarde a pasear, o alguna exposición, o conferencia del El Ateneo, y luego me trae de vuelta a casa, se despide con un beso y créeme que me cosquillea sentir el roce de sus labios; pero no, no vayas a pensar mal, un beso en la mano, en los labios no se atreve, es muy formal. ¿Yo?, pues no se, seguramente no me importaría, ¡ea, vamos a dejarlo estar! Lo que tenga que ser será, de vez en cuando no está de mas dejar que las cosas discurran a su libre albedrio. Por ahora no te preocupes, serás la primera en saberlo.
Estaba pensando que al abuelo le hubiera gustado crear un premio literario y es algo que quiero meditar muy despacio. Sería una buena idea y de paso perpetuaría su memoria, lo que me agrada, no sabes de qué manera. Creo que si no llegó nunca a hacerlo el mismo fue porque conocía su nivel de incompetencia en esta materia, sus limitaciones, y no supo bien como ponerlo en práctica. Desde luego nunca se le hubiera ocurrido instituir un premio así, para darse importancia; eso, conociéndole, lo último. Muy probablemente pensó, que de no tener seguridad de hacerlo bien, mejor ni intentarlo. Así era el de íntegro; y en todo, no vayas a creer.
Eso sí, si nosotras somos capaces de ponerlo en práctica; y digo nosotras, porque cuento contigo para que me ayudes, se va a poner la mar de contento, en el supuesto caso que desde el otro mundo lo pueda disfrutar. Cuando montó esta librería, me mandó a Jaén un par de días, para que me pateara todas las librerías de la ciudad y sacara conclusiones, mientras el se peleaba con los decoradores y albañiles. Su idea era hacerla lo mas parecida a la que tanto había conocido en Venezuela y creo que acertó. Yo me siento como en casa y con este rincón que hemos destinado a <>, tan parecido al que teníamos allá y que no te puedes hacer una idea del éxito que obtuvimos, ni te cuento. Ciertamente la idea fue de tu abuela; ella era la entendida en esta materia y nosotros sus aprendices. No creas, a ella, también le va a hacer feliz lo del premio literario, aunque no la mencionemos. Bueno, algo haremos, ya se me ocurrirá alguna forma de que ella esté presente.
Es un buen proyecto, pero tengo, tenemos, que madurarlo mucho y después consultarlo con el Alcalde, porque los políticos son una raza aparte y basta que se te ocurra una idea y no les des la oportunidad de salir en la foto para ponerte multitud de trabas. Tu calla; que yo me entiendo, pediremos ayuda a Fernando, pero no te confundas, lo digo porque es una persona muy culta. Bueno si…, reconozco que quizás tengas razón y tal vez aproveche que el Pisuerga pasa por Valladolid, pero no me negarás que es una persona muy idónea para ayudarnos y, ¡contra!, no me dices siempre que te cae bien, pues ¿a qué vienen ahora esos remilgos?
No, que no me enfado tonta, es que a veces me pongo susceptible; es eso, nada mas, te lo aseguro. Verás, creo que lo primero que tenemos que hacer es buscar la forma de convocar un Certamen original. Nada de epatar a base de un premio de cuantiosa dotación. Tampoco quiero obviar el dinero, pero si me gustaría que no fuera lo mas importante y además de alguna manera debemos conseguir que también figure la abuela; definitivamente si, porque se lo merecía, aunque siempre haya estado en la sombra y la pena es que muriera tan pronto.
También con ella te hubieras llevado muy bien, solo que hubiera tenido que ser allí, porque de ningún modo hubiera consentido en salir de su tierra. Fíjate que se me hace que ese, y solo ese, podía haber sido el único motivo que, hipotéticamente hablando, le llevara a pensar en separarse del abuelo. Claro que no hubo caso mientras vivió, ¡pues no era listo ni nada el abuelo! Como para no tener muy presente con quien se jugaba los cuartos. Solo se lo planteaba de vez en cuando, aunque creo que nunca en serio y lo hacía únicamente para hacer rabiar a la abuela. Y lo conseguía, vaya si lo conseguía, creo que eran las únicas veces que mi madre perdía un poco los estribos. No quería ni oír mencionar eso de viajar a la tierra del abuelo. Se ve que estaba al cabo de la calle, como es natural, porque recuerdo muy bien como terminaban aquellas rabietas, diciendo la abuela. <>
Oye, ¿sabes que nos has tenido mala idea, con eso de regalarle por sorpresa a cada participante en el Certamen una biografía de mis padres? Porque, además, a mayor número de participantes mas barata nos sale la edición. No, si vas a tener a quién parecerte. Y tienes razón; claro que la tienes, es una buena forma de difundir el relato de sus vicisitudes. Primero las de cada uno por separado y luego las de la vida en común; eso, como si fueran las corrientes de dos ríos que terminan confluyendo en solo cauce. Me gusta, me gusta la idea.
Lo que no alcanzo a ver, es como lo vamos a enfocar, pues no me hace ninguna gracia figurar y si acaso, como mucho, hasta poco antes de casarme y admitiendo que solo debo salir de manera muy difuminada; no quiero, ni debo, restarles protagonismo. ¿Estás de acuerdo?
No, la verdad es que para eso no creo que podamos contar con Fernando, nunca me ha comentado que haya escrito nada; o sea, aparte de postales y cartas, no le veo muy ducho en la materia, aunque imaginación no le falta, desde luego. Eso lo tiene que hacer alguien acostumbrado a novelar, pues la vida de las personas es como una novela y así es como hay que contarla. Habrá que buscar bien entre la gente del pueblo, seguro que encontraremos a alguien capacitado, alguno que apunte maneras de escritor y a buscarle, si que nos puede ayudar Fernando.
¡No, no me lo reproches porque no tienes razón! De ninguna manera voy a admitir que esté obsesionada con Fernando. Admito que estoy a gusto a su lado, que confío mucho en su criterio, pero enamorada, lo que se dice enamorada, de ninguna manera. Que no niña, que porque me coja de la mano, eso no quiere decir nada. ¡Bah!, figuraciones tuyas y vamos a dejar el tema que acabas haciéndome decir cosas que no quiero decirte, ¡ea!
Que sepas que me encontré al Alcalde el otro día en la plaza y le comenté de pasada el tema del Certamen literario No te puedes hacer idea de lo que le gustó. Me propuso que habláramos mas despacio del asunto y en su despacho. Quedó en que le diría a su secretaria que me diera cita para un día concreto y así poder desarrollar todo ordenadamente. De colaborar en el patrocinio no habló nada, pero si que me dejó caer que no quedaría mal que figurara el logotipo del Ayuntamiento para dotarle de un carácter mas oficial y de paso prestigiar el Certamen. Igual no ha sido buena idea comentárselo ahora, cuando el proyecto aún está en ciernes. Seguramente hubiera sido mejor haber posponer el decírselo, para cuando ya hubiéramos tenido el proyecto mucho mas avanzado. Tengo la sensación de que me he precipitado, pero ya no tiene remedio.
Fernando opina lo mismo.
No, por nada, se lo dije de pasada el otro día tomando el vermut y me regañó casi como lo hiciste tu, cuando te lo conté. Bueno, pero de otra manera, claro. Sí, si, enseguida hicimos las paces, no es nada rencoroso. Yo creo que es que no le conoces bien, por eso…
Hoy me ha llamado Fernando para decirme que conoce a un chico que escribe muy bien, ha ganado algunos premios literarios y todo. No es de aquí pero tiene familia en el pueblo y viene todos los veranos, en fiestas y alguna que otra vez. El conoce a la familia y se va a poner en contacto con ella. Ya me dirá algo.
Sería fantástico que tan pronto encontráramos a una persona que nos escribiera la historia de amor de mis padres, comenzando desde un poco antes de conocerse ambos. Tengo un montón de apuntes por ahí casi escondidos, restos de diarios dejados a medias, algunas cartas que se cruzaron cuando cualquiera de los dos hubo que viajar y los voy a sacar, porque seguro que necesitará fechas, nombres y detalles. La abuela escribía mucho y se notaba que se inclinaba mas por las letras; sin embargo, al abuelo le tiraban mas los números. Decía que las letras eran para pagarlas y que gracias a los números existían las letras. Supongo que era una broma, pero tampoco estoy segura de si hablaba en serio o en broma. Cualquiera sabe.
Estoy pensando que no me gustaría que en ese libro salieran las cosas tristes; la infancia de mi padre, por ejemplo, al menos no esa parte de la infancia donde perdió a su familia. Tendré que ser muy franca con el amanuense, espero que sea una persona comprensiva y no le siente mal que le quiera llevar la mano al escribir, al fin y al cabo le estaré ayudando, creo yo.
Lo de las Bases ya lo tengo, y es porque Fernando se ha molestado en recopilar un montón de ellas de los diferentes Certámenes que hay convocados a nivel nacional, lo ha hecho por medio de Internet, y entre todas ha hecho un borrador que me parece perfecto. No se, que opinarás tu; lo digo, porque como lo ha hecho Fernando y últimamente estás un poco harta de el…
Creo que el Certamen lo vamos a convocar para el otoño y por varias razones. Ya, ya se que todavía quedan casi diez meses, pero escucha mis fundamentos: El primero porque es la estación del año que mas me gusta. El segundo se debe a que es la estación del año en la que se conocieron tus abuelos, mis padres. En cuanto al tercero está basado en que no me agradan las prisas y hacerlo precipitadamente nos podría fácilmente abocar al error y en esto no quiero que cometamos ninguna equivocación. El cuarto fundamento es que hemos hecho un estudio y la mayoría de los Premios literarios se convocan en primavera, pero los de mayor prestigio se fallan en otoño. Hay un quinto, también, pero, para conocerle, tendrás que esperar al sábado. Solo entonces tendrás constancia de el; seguro que le vas a entender, y espero que hasta aprobar.
¡Que no, que no, que no, que he prometido no decir nada hasta el sábado! ¿Pues a quién va a ser?, a Fernando.
Anda no te pongas así, que no me gusta nada verte enfadada. Mira Andrea, lo siento por el, pero has ganado, porque yo no aguanto verte con esa cara otros tres días; los que quedan hasta el sábado, así que te lo voy a decir, pero a mi manera, ¿vale?
El sábado viene Fernando a cenar con nosotras dos. Le he invitado yo y sin contar contigo; ya ves, por la sencilla razón que viene dispuesto a pedirte mi mano, ¿sabes cariño?
¡Ah, por cierto! Se la concederás, ¿verdad?, aunque solo sea por darle esa satisfacción a tu abuelo.
¡Jo, que peso me he quitado de encima! Creí que no iba a ser capaz de decírselo.

Terrón de tierra
Marzo de 2.009

2 comentarios:

  1. Antonio: esto merece la pena ser leído con atención. Un abrazo

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  2. Antonio, amigo: por casualidad he podido entrar hoy, 29 de mayo del 2011 en tu blog. He leído lo que has escrito y he entendido poco de lo que hablas. Supongo que el Fernando de que hablas no soy yo. ¿Hablas de la vida de tu padre? ¿Hablas de concursos de poesías? Ya me contarás. Me ha gustado mucho lo que has escrito pero no sé de qué va. Un abrazo.

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