martes, 18 de enero de 2011

MOSAICO DE AMISTAD

Conocí a Manolo en un viaje en autobús, ya no recuerdo a que sitio, en el que resultamos vecinos de asiento. He pensado últimamente cómo un hecho fortuito puede ser el principio de una amistad. Si alguno de los dos hubiera elegido otro asiento cualquiera otras charlas hubieran llenado nuestros viajes y no hubiéramos tenido la ocasión de conocernos. De aquello nació toda una, corta por desgracia, amistad que nos condujo a las reuniones de los sábados, en teoría literarias pero que resultaban ser sobre cualquier tema de actualidad o que nos afectara más o menos directamente.
Manolo era “de ciencias” pero sin embargo era capaz de entender sobre nuestras conversaciones literarias aportando un punto de vista “matemático” como no podía ser de otro modo que nos resultaba muy útil ya que ponía en solfa nuestros ilusorios vuelos.
Y hablando de libros y de poesía le apremiamos un día a que escribiera sus memorias. A nuestros ojos su vida había sido mucho más intensa que cualquiera de las nuestras. Y entendimos que asumió el reto, eso sí, pidiendo nuestra ayuda en ponerlo sobre el papel y aceptando hablar ante una grabadora a la que en la intimidad contaría sus recuerdos tal como le vinieran a la cabeza, sencillamente y en el orden que su mente le dictara.
Y digo sencillamente porque así era en todo. Él me empujó a pasarme a “Público” con la sencillez de un sabio que aprecia la libertad de que hace gala ese periódico. Políticamente nos entendimos desde el primer minuto y me refiero también con el resto de los contertulios.
Para todos ha sido un mazazo. Ayer estuvo con nosotros en su silla vacía del Senior Club y todos escuchamos su silencio.
Allí acordamos que yo me encargaba de reunir en un escrito a su familia lo que sentíamos en nuestros corazones, cada cual a su manera. Elías y yo con un poema. Antonio y Víctor con unas líneas.
Y eso hago en homenaje al amigo que se fue tan pronto que nos dejó un mar de cosas sin hablar, sin discutir, aunque su voz siga latiendo en nosotros hasta que nuestros corazones se paren definitivamente.


Primero (sólo por orden de oportunidad) va mi soneto.
Te marchaste, Manuel, con tanta urgencia
que apenas nos dejaste despedida:
Un proyecto ¿recuerdas? Una vida
sentida con el peso de la ausencia
que ibas a regalarnos como herencia
de tu andar por el mundo con la herida
de una guerra cruel y fratricida
que marcó la razón de tu existencia.

Luego vino la paz y tu venida
y de nuevo aprender a acostumbrarte
con más de media vida ya vivida.

Me acerqué con pudor a preguntarte
y te di el corazón de bienvenida
y un asiento en mi lumbre en que sentarte.

En el día triste de la despedida de Manuel, mi amigo.
Recibid un abrazo emocionado de Ángel.

Y ahora escribe Elías:
MANUEL
Merecías más vida,
Amigo, escaso tiempo disfrutado.
No sabes que tu ida
Un oscuro vacío me ha dejado.
Entrañable, sereno,
Leal, alegre, fiel. ¡Un hombre bueno!

Y ahora Víctor:
Por muy mentalizado que uno esté para, discretamente, levantarse de la silla, abandonar el escenario y hacer “ mutis por el foro”, no por ello deja de sentir el corazón encogido cuando ve que la silla de un amigo queda vacía de forma imprevista y no esperada.
Cuesta trabajo convertir un adiós definitivo en un tiempo de recuerdos y confidencias.
Durante tres años de universidad, fueron muchos los viajes en autobús y muchas las horas en que las confidencias, los problemas e ilusiones del pasado llenaron nuestras horas.
Reminiscencias políticas del pasado; rebeldías coincidentes de este tiempo. Ilusiones de un pasado de juventud y tristezas por las limitaciones del presente, ocuparon nuestras horas de viaje.
Ya solo queda el recuerdo de cuando Manolo contestaba a mi llamada y decía: “Buenos días caballero”. ….
Hoy todos te enviamos, estés donde estés, el abrazo que no te pudimos dar antes de tu marcha.
Víctor

Y por último Antonio:
Mi modesta contribución a esta iniciativa tan sensata, queda plasmada en este escrito.
Se que unos; los mas dotados, colaboran en Verso, y además buenos versos, que todo hay que decirlo, pues se atreven con Sonetos, Liras, etc., mientras que los negados en tan excelso arte, nos conformamos con enfangarnos en las procelosas aguas de la Prosa. En el fondo es lo mismo, pues el objetivo es hablar de nuestro buen amigo Manolo, “regañarle” por habernos dejado tan pronto; y eso igual puede hacerse usando el Roman paladin, la lengua del Mester de Juglaría que la del Mester de Clerecía.
Manolo se hizo querer por su sencillez en el trato, su capacidad para escuchar a sus amigos, su paciencia para soportar nuestras diatribas sobre Literatura, tan lejos de su formación académica, pero de ninguna manera ajeno a nuestras cuitas, que seguía con inusitado interés.
Conocí a Manolo a través de Víctor Oliveras, pero pronto me admitió en su círculo de amistades sin pedirme nada a cambio. Tengo un imborrable recuerdo de esta primavera o tal vez ya verano. No se la fecha exacta, pero debió ser por allá el mes de Junio. Los miércoles solíamos reunirnos en ese lugar que tan acertadamente bautizó Víctor como el “Sénior Club”. No se la razón por la que no acudió nadie de nuestro grupo, por eso nos vimos allí solos Manolo y yo, sentados al tibio sol,
Alguno de los empleados celebraba su cumpleaños y entonces Manolo me dijo que igualmente era el suyo y juntos lo celebramos frente a frente; que no enfrentados, con él era imposible el enfrentamiento. Fueron dos horas o así, hablando de lo humano y de lo divino; mas de aquello que de esto, es verdad, pero pude comprobar de primera mano que tenía a mi lado a una persona excepcional, inteligente pero nada engreído. Mi interlocutor era un hombre sencillo teniendo conocimientos para no serlo en demasía; no alardeaba de nada sabiendo tanto y te abrumaba a base de cordialidad en el trato, te hacía creerte mas sapiente de lo que realmente uno era, solo porque te otorgaba el don de creer en lo que le decías.
Cuando venga de nuevo el buen tiempo y me siente en la terraza del “Sénior Club”, con una copa de Rioja en la mano, volveré a tener presente a Manolo. Volveré a acordarme de su bonhomía en el trato y aunque él no esté a mi lado, alzaré la copa para brindar por esa impagable lección de amistad que me dio en su último cumpleaños que celebró entre nosotros.
¡Gracias Manolo, por haberme dejado ser tu amigo!

Antonio Tormo

3 comentarios:

  1. Querido Antonio: Ahora sí he podido entrar en tu blog. Leeré tus escritos y los comentaré de ahora en adelante. Un abrazo.

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  2. Querido amigo Antonio:
    Bonito el homenaje que rendís a Manolo, a quien también conocí un día en el bar Arturo en la plaza de nuestro querido pueblo, que tanta humanidad desprende de sus gentes.
    Transmite, por favor, mi condolencia a su familia que la hago extensiva a vosotros que le dedicáis este entrañable recuerdo.
    Un abrazo

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  3. Antoino, amigo, grandísimo escritor: no tuve la oportunidad de conocer a vuestro amigo Manolo. Debió ser, por vuestros escritos, una buenísima persona y mejor amigo. La memoria que tenéis de él me parece inmejorable y me uno a vosotros, aunque yo no le conociera, en pedir que todo le vaya bien en su nuevo y final camino. Un abrazo muy fuerte.

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