martes, 18 de enero de 2011

MOSAICO DE AMISTAD

Conocí a Manolo en un viaje en autobús, ya no recuerdo a que sitio, en el que resultamos vecinos de asiento. He pensado últimamente cómo un hecho fortuito puede ser el principio de una amistad. Si alguno de los dos hubiera elegido otro asiento cualquiera otras charlas hubieran llenado nuestros viajes y no hubiéramos tenido la ocasión de conocernos. De aquello nació toda una, corta por desgracia, amistad que nos condujo a las reuniones de los sábados, en teoría literarias pero que resultaban ser sobre cualquier tema de actualidad o que nos afectara más o menos directamente.
Manolo era “de ciencias” pero sin embargo era capaz de entender sobre nuestras conversaciones literarias aportando un punto de vista “matemático” como no podía ser de otro modo que nos resultaba muy útil ya que ponía en solfa nuestros ilusorios vuelos.
Y hablando de libros y de poesía le apremiamos un día a que escribiera sus memorias. A nuestros ojos su vida había sido mucho más intensa que cualquiera de las nuestras. Y entendimos que asumió el reto, eso sí, pidiendo nuestra ayuda en ponerlo sobre el papel y aceptando hablar ante una grabadora a la que en la intimidad contaría sus recuerdos tal como le vinieran a la cabeza, sencillamente y en el orden que su mente le dictara.
Y digo sencillamente porque así era en todo. Él me empujó a pasarme a “Público” con la sencillez de un sabio que aprecia la libertad de que hace gala ese periódico. Políticamente nos entendimos desde el primer minuto y me refiero también con el resto de los contertulios.
Para todos ha sido un mazazo. Ayer estuvo con nosotros en su silla vacía del Senior Club y todos escuchamos su silencio.
Allí acordamos que yo me encargaba de reunir en un escrito a su familia lo que sentíamos en nuestros corazones, cada cual a su manera. Elías y yo con un poema. Antonio y Víctor con unas líneas.
Y eso hago en homenaje al amigo que se fue tan pronto que nos dejó un mar de cosas sin hablar, sin discutir, aunque su voz siga latiendo en nosotros hasta que nuestros corazones se paren definitivamente.


Primero (sólo por orden de oportunidad) va mi soneto.
Te marchaste, Manuel, con tanta urgencia
que apenas nos dejaste despedida:
Un proyecto ¿recuerdas? Una vida
sentida con el peso de la ausencia
que ibas a regalarnos como herencia
de tu andar por el mundo con la herida
de una guerra cruel y fratricida
que marcó la razón de tu existencia.

Luego vino la paz y tu venida
y de nuevo aprender a acostumbrarte
con más de media vida ya vivida.

Me acerqué con pudor a preguntarte
y te di el corazón de bienvenida
y un asiento en mi lumbre en que sentarte.

En el día triste de la despedida de Manuel, mi amigo.
Recibid un abrazo emocionado de Ángel.

Y ahora escribe Elías:
MANUEL
Merecías más vida,
Amigo, escaso tiempo disfrutado.
No sabes que tu ida
Un oscuro vacío me ha dejado.
Entrañable, sereno,
Leal, alegre, fiel. ¡Un hombre bueno!

Y ahora Víctor:
Por muy mentalizado que uno esté para, discretamente, levantarse de la silla, abandonar el escenario y hacer “ mutis por el foro”, no por ello deja de sentir el corazón encogido cuando ve que la silla de un amigo queda vacía de forma imprevista y no esperada.
Cuesta trabajo convertir un adiós definitivo en un tiempo de recuerdos y confidencias.
Durante tres años de universidad, fueron muchos los viajes en autobús y muchas las horas en que las confidencias, los problemas e ilusiones del pasado llenaron nuestras horas.
Reminiscencias políticas del pasado; rebeldías coincidentes de este tiempo. Ilusiones de un pasado de juventud y tristezas por las limitaciones del presente, ocuparon nuestras horas de viaje.
Ya solo queda el recuerdo de cuando Manolo contestaba a mi llamada y decía: “Buenos días caballero”. ….
Hoy todos te enviamos, estés donde estés, el abrazo que no te pudimos dar antes de tu marcha.
Víctor

Y por último Antonio:
Mi modesta contribución a esta iniciativa tan sensata, queda plasmada en este escrito.
Se que unos; los mas dotados, colaboran en Verso, y además buenos versos, que todo hay que decirlo, pues se atreven con Sonetos, Liras, etc., mientras que los negados en tan excelso arte, nos conformamos con enfangarnos en las procelosas aguas de la Prosa. En el fondo es lo mismo, pues el objetivo es hablar de nuestro buen amigo Manolo, “regañarle” por habernos dejado tan pronto; y eso igual puede hacerse usando el Roman paladin, la lengua del Mester de Juglaría que la del Mester de Clerecía.
Manolo se hizo querer por su sencillez en el trato, su capacidad para escuchar a sus amigos, su paciencia para soportar nuestras diatribas sobre Literatura, tan lejos de su formación académica, pero de ninguna manera ajeno a nuestras cuitas, que seguía con inusitado interés.
Conocí a Manolo a través de Víctor Oliveras, pero pronto me admitió en su círculo de amistades sin pedirme nada a cambio. Tengo un imborrable recuerdo de esta primavera o tal vez ya verano. No se la fecha exacta, pero debió ser por allá el mes de Junio. Los miércoles solíamos reunirnos en ese lugar que tan acertadamente bautizó Víctor como el “Sénior Club”. No se la razón por la que no acudió nadie de nuestro grupo, por eso nos vimos allí solos Manolo y yo, sentados al tibio sol,
Alguno de los empleados celebraba su cumpleaños y entonces Manolo me dijo que igualmente era el suyo y juntos lo celebramos frente a frente; que no enfrentados, con él era imposible el enfrentamiento. Fueron dos horas o así, hablando de lo humano y de lo divino; mas de aquello que de esto, es verdad, pero pude comprobar de primera mano que tenía a mi lado a una persona excepcional, inteligente pero nada engreído. Mi interlocutor era un hombre sencillo teniendo conocimientos para no serlo en demasía; no alardeaba de nada sabiendo tanto y te abrumaba a base de cordialidad en el trato, te hacía creerte mas sapiente de lo que realmente uno era, solo porque te otorgaba el don de creer en lo que le decías.
Cuando venga de nuevo el buen tiempo y me siente en la terraza del “Sénior Club”, con una copa de Rioja en la mano, volveré a tener presente a Manolo. Volveré a acordarme de su bonhomía en el trato y aunque él no esté a mi lado, alzaré la copa para brindar por esa impagable lección de amistad que me dio en su último cumpleaños que celebró entre nosotros.
¡Gracias Manolo, por haberme dejado ser tu amigo!

Antonio Tormo

Color sepia

Si te fijas bien, a nada que le prestes un poco de atención a esa vieja foto en color sepia que corresponde al embarque del abuelo Cosme rumbo a Venezuela, le podrás distinguir sin demasiada dificultad. Mira bien y centra tu mirada en ese mozalbete de gallardo porte: el abuelo siempre fue un buen mozo; eso si, no pretendas encontrarte la misma imagen del abuelo que conociste, aunque fuera casi de refilón, en tu infancia pues no mucho mas pudiste disfrutar de su compañía. Parece que le corría prisa marcharse al otro mundo, una vez que nos dejó bien colocadas en éste, y ahora no vayas a creer que la expresión esa de <>, es una metáfora nacida al buen albur de aquel viaje a esa bella tierra caribeña que le acogió de joven.
Repara en ese, el mas alto, el que destaca detrás del señor del sombrero, al lado de la chimenea de la izquierda, fíjate bien porque a pesar de todo le has de reconocer. Lleva el pelo peinado a raya y mira hacia abajo, hacia la tierra que pronto va a dejar atrás, muy a su pesar; o sea, en cuanto zarpe el buque, para marchar en busca de un porvenir que aquí presumía esquivo. Porque la instantánea indica que el barco aún no había zarpado, el viento sopla de través, se nota en el ondear de la bandera, y ese es un viento propio de una nave todavía fondeado en el puerto, aunque en este caso estuviera presto a levar anclas, según la actitud del resto de la gente. Verás que está solo; como solo marchó a esas lejanas tierras y, no creas, aquí dejó poco, muy poco, apenas nada, unos tristes recuerdos que enseguida se afanó en olvidar, a pesar del arraigo con que los llevaba prendidos. Familia lejana y evocaciones de una infancia triste, muy triste; que esa si, esa n consiguió borrar nunca. Podríamos decir que su familia empezó a crearla allí, allende de los mares y se inició a partir de él.
La de antes, la exigua familia de antes, ante la tesitura de verse abocada a mantenerle eternamente, prefirió buscarle acomodo lejos; tanto, que desde allí no les pudiera pedir ayuda. Se ve que los restos de ésta, que le quedaban a este lado del mar, no confiaban mucho en sus capacidades y prefirieron embarcarle al buen albur, mejor que cargar con la responsabilidad de hacerle un hombre de bien, sobre todo por el costo que ello podría representar. Por eso digo que la familia de tu abuelo, mi padre, comenzó gestarse en ultramar, a partir de su llegada a Venezuela, siendo aún un mozalbete sin oficio ni beneficio; nadie, aquí, se preocupó de proporcionarle alguno del que pudiera obtener réditos ni para sí mismo, ni para ellos.
Fíjate bien en la foto porque es una de las pocas que nos quedan de aquella época y ni se como el abuelo logró hacerse con ésta, porque obviamente él no era el objetivo de ella. Mira por donde, es una de esas cosas que nunca se me ocurrió preguntarle. Si supe, porque me lo contó el varias veces, que partió del Puerto de Cádiz a bordo de un buque que hacía la travesía hasta el puerto mas cercano a la capital, el llamado puerto de La Guaira. Desde allí tomó el autobús que le dejaba en el centro de Caracas. Una vez en la terminal de los autobuses tenía que telefonear a unos parientes lejanos que eran los que le iban a acoger en principio.
No, no viajaba nada feliz el abuelo, porque estaba íntimamente convencido de que el recibimiento a tributarle por esos lejanos y desconocidos parientes sería antagónico a la enorme satisfacción demostrada, y a duras penas disimulada, por los algo menos lejanos parientes que le habían embarcado aquí, despidiéndole a pie de muelle, sin apenas una lágrima de compromiso siquiera. Se consideraba; así se lo habían hecho comprender sin muchos miramientos, un bulto incómodo, un estorbo, alguien sin futuro. El triste residuo de una pequeña familia aniquilada por una epidemia de tifus de la que el resultó ser el único superviviente.
Seguramente apreciarás que era un muchacho fornido y que tenía una abundante mata de pelo que suscitaba envidias; según contaba, lo cierto es que se mostró muy orgulloso siempre de su hermosa cabellera que conservó casi intacta hasta muy avanzada edad, con la única diferencia de la evolución natural del color del cabello, tornándose blanco debido al inexorable paso del tiempo. Sin dejar de considerar la posibilidad de que ese florecimiento de las canas, fuere un retardado alegato contra las vicisitudes que hubo de pasar a lo largo de su dilatada estancia en Venezuela, aunque bien es verdad que respecto a eso de las vicisitudes pasadas, la fecha de su comienzo datara de mucho antes. Nunca antes, su vida, había estado exenta de ellas. Probablemente le recordaras con mucho pelo para su edad, como era bien notorio, por mas que fueras muy pequeña cuando murió. Lástima que no pudieras disfrutar mucho de su compañía y a tu edad; a la de entonces, hay que entender, que aún no pudieras ser una interlocutora adecuada para comprender del todo la experiencia que almacenaba en ese cerebro externamente plateado, ni que tampoco sintieras las inquietudes que ahora tanto te apremian sobre su vida.
Antes te decía que pronto se le empezaron a borrar los recuerdos de lo que dejaba atrás, pero no es del todo exacto y en aras de la verdad he de decir que nunca olvidó su pueblo y desde el primer instante de partir hacia su nuevo destino, le asistió el deseo de volver alguna vez y a ser posible para quedarse. Y lo verdaderamente importante es que lo consiguió. Eso si, tardó lo suyo, pero lo consiguió y murió, tal y como quería, en su pueblo natal, éste.
No se yo, si de vivir mi madre, tu abuela, le hubiera resultado tan sencillo porque ella era muy de su tierra; bueno, al fin y al cabo nada que reprocharle: tal para cual, pero hay un refrán de por aquí que dice, y no te asustes que es bien real: <> Pero ella murió al poco de casarme yo y a partir de ese momento la vieja idea cobró inusitada fuerza en la cabeza de tu abuelo y enseguida pasó a convertirse en una obsesión.
Ya estaba muy enferma y todos sabíamos que su fin estaba cercano, por eso nos precipitamos y decidimos casarnos enseguida, para que ella pudiera asistir a la ceremonia. ¡Le hacía tanta ilusión verme vestida de novia!; tanta, como para hacerme pensar que solo ese afán le alargó la vida hasta casi el momento justo. Pero, después, relativamente poco después, nos dimos cuenta que no había sido una buena idea; la de casarme, quiero decir.
Tu padre y yo, como luego se demostró, éramos inmaduros todavía para afrontar una vida en común. Quizás también influyera que no estaba mamá para suavizar las tensiones, porque el abuelo para eso no servía, era demasiado pragmático y para reconducir un matrimonio como el nuestro, que enseguida entró en una espiral de desilusión y hastío, hace falta mucha mano izquierda y el abuelo tenía muchas cosas buenas pero eso no; mano izquierda no, de eso no tenía.
Nunca estuvo de acuerdo en que nos casáramos, aunque reconociera que la intención de hacerlo tan pronto para darle esa satisfacción a mi madre fuera muy loable, pero aventuraba que éramos demasiado jóvenes y necesitábamos mas tiempo para consolidar nuestra relación. Y el tiempo le dio la razón. ¡Qué pocas veces se equivocaba!
Ni siquiera duró nuestro matrimonio hasta que nacieras tu. Para entonces nuestras relaciones se habían enfriado lo suficiente y ya no hacíamos vida en común. Obtener la separación legal fue coser y cantar, sobre todo teniendo el abuelo las buenas relaciones que tenía en casi todos los estamentos. Para entonces mi marido; o sea, tu padre, hacía tiempo que se había desentendido de nosotras dos, pero de eso no quiero hablarte ahora.
Lo de la nulidad le costó un poco mas, pero tampoco creas que tanto. Nos la concedieron cuando ya teníamos los pasajes para volvernos a la tierra que le había visto nacer y que tanta ilusión le hacía enseñarme, por mas que ya casi la conocía tanto como el mismo, por la cantidad de explicaciones que me había dado a través de las maravillosas veladas que pasamos juntos. Pero esa es otra, porque tu abuelo se empeñó en hacer el viaje de vuelta en barco, porfiando que debía volver a su tierra de la misma manera que había salido de ella, aunque desde que lo hiciera la aviación hubiera progresado notablemente. Te puedo asegurar que no era de ningún modo una cuestión económica; no, ni mucho menos, el no era tacaño y menos para la familia, lo que si era muy meticuloso para los gastos superfluos. O sea, que se figuraba que si no desandaba el camino hecho muchos años antes, y de la misma manera, era como si solo viniese de visita, de vacaciones; y no era eso, porque quería envolver el viaje en una pátina de retorno cabal. Así era y así le quería yo, su única hija.
El abuelo procedió a vender sus dos prósperos negocios: una estupenda librería; créete que era de las mas renombradas de allá, además estaba en un lugar muy céntrico de Caracas, y un taller de reparación de autos, que había sido donde encontró su primer empleo y mas tarde consiguió comprárselo a su dueño, el primer y único patrón que tuvo, un hombre ya mayor y sin hijos. También vendió la magnífica casa en la que habíamos vivido tan ricamente, pero que ya resultaba demasiado grande para nosotros tres, y con el sueño de seguir con alguno de sus negocios aquí, nos embarcamos rumbo a Cádiz, dispuestos a emprender una nueva vida.
No vayas a creer que me costó tanto dejar nuestra tierra, ¿y sabes?, eso porque yo soy mas de la familia que de la tierra y mi familia erais tu y el abuelo; o sea, poca cosa, pero según se mire, como todo, y digo poca cosa, no en sentido peyorativo sino como una unidad que no abultaba mucho, por eso resultaba fácil de acoplar en cualquier sitio. Tampoco es que el abuelo se conformara con lo que fuera para sus dos mujeres; su mayor tesoro, como le gustaba decir, pues nos trajo aquí y nos colmó de felicidad con las decisiones que tomó.
Observa bien esta misma librería que montó en el pueblo, pues es casi idéntica a la que tenía allá. Ésta un poco mas chica, pero es indudable que no se puede comparar el pueblo con Caracas; aunque yo, ahora, no la cambiaría por aquella, ni el pueblo por la ciudad. Ésta es muy linda y es un recuerdo muy bonito del abuelo, ¿no te parece? Fue muy buena idea, pues aunque nos dejara dinero suficiente, mejor que nos dejara la forma de ganarlo y ser autosuficientes, ¿verdad?, esto es lo mas grande. Además, no se si sabes que el abuelo, de joven, conoció a la abuela porque era la hija de los dueños de la librería cercana al taller en el que trabajaba él. Un día, el dueño de ese taller de reparación de autos, mandó a tu abuelo a comprar un talonario de recibos y así se conocieron. Desde entonces, mi padre, que se había quedado prendado de ella, la cortejó a todas las horas disponibles. Parece que la abuela no se hizo demasiado de rogar y, tras un noviazgo de los de antes, se casaron. La abuela siguió trabajando en la librería de sus padres, que mas tarde, al morir ellos y siendo hija única, heredó. El joven matrimonio vivió algún tiempo en el amplio piso de la familia de ella, situado encima de la propia librería, compartiendo vivienda con sus suegros. El abuelo no era muy comunicativo y a veces la gente se confundía con esa forma de ser, le tenían por huraño, pero era muy sociable estando en un ambiente apropiado, además era de buen conformar.
Otro sueño que tenía el abuelo y que sospecho que no lo va a ver cumplido; ni siquiera desde el otro mundo, si es que desde ese lugar nos vigila, como le gustaba hacer cuando aún estaba entre nosotras, aunque buen empeño ponía en no hacerse notar. Me refiero, a verme casada con alguien de aquí. No se, ¿qué quieres que te diga?, como que me da pereza embarcarme en una nueva aventura del tipo que lo es el matrimonio. Sí bien es cierto que a veces echo de menos una caricia, un abrazo, un beso, ¡ay hija, no te espantes!, sigo siendo una mujer y tengo mis carencias, eres muy joven aún pero ya lo irás entendiendo. No me desagrada la compañía masculina, pero eso de meter entre nosotras a un hombre a pensión completa, no termina de convencerme. Si cambiara de parecer; que no creo, Fernando, el de la botica, no sería mal candidato. Pero eso, si me decidiera, porque creo que a ti tampoco te parece mal, según me has dicho alguna vez. A veces, cuando me acompaña alguna tarde a pasear, o alguna exposición, o conferencia del El Ateneo, y luego me trae de vuelta a casa, se despide con un beso y créeme que me cosquillea sentir el roce de sus labios; pero no, no vayas a pensar mal, un beso en la mano, en los labios no se atreve, es muy formal. ¿Yo?, pues no se, seguramente no me importaría, ¡ea, vamos a dejarlo estar! Lo que tenga que ser será, de vez en cuando no está de mas dejar que las cosas discurran a su libre albedrio. Por ahora no te preocupes, serás la primera en saberlo.
Estaba pensando que al abuelo le hubiera gustado crear un premio literario y es algo que quiero meditar muy despacio. Sería una buena idea y de paso perpetuaría su memoria, lo que me agrada, no sabes de qué manera. Creo que si no llegó nunca a hacerlo el mismo fue porque conocía su nivel de incompetencia en esta materia, sus limitaciones, y no supo bien como ponerlo en práctica. Desde luego nunca se le hubiera ocurrido instituir un premio así, para darse importancia; eso, conociéndole, lo último. Muy probablemente pensó, que de no tener seguridad de hacerlo bien, mejor ni intentarlo. Así era el de íntegro; y en todo, no vayas a creer.
Eso sí, si nosotras somos capaces de ponerlo en práctica; y digo nosotras, porque cuento contigo para que me ayudes, se va a poner la mar de contento, en el supuesto caso que desde el otro mundo lo pueda disfrutar. Cuando montó esta librería, me mandó a Jaén un par de días, para que me pateara todas las librerías de la ciudad y sacara conclusiones, mientras el se peleaba con los decoradores y albañiles. Su idea era hacerla lo mas parecida a la que tanto había conocido en Venezuela y creo que acertó. Yo me siento como en casa y con este rincón que hemos destinado a <>, tan parecido al que teníamos allá y que no te puedes hacer una idea del éxito que obtuvimos, ni te cuento. Ciertamente la idea fue de tu abuela; ella era la entendida en esta materia y nosotros sus aprendices. No creas, a ella, también le va a hacer feliz lo del premio literario, aunque no la mencionemos. Bueno, algo haremos, ya se me ocurrirá alguna forma de que ella esté presente.
Es un buen proyecto, pero tengo, tenemos, que madurarlo mucho y después consultarlo con el Alcalde, porque los políticos son una raza aparte y basta que se te ocurra una idea y no les des la oportunidad de salir en la foto para ponerte multitud de trabas. Tu calla; que yo me entiendo, pediremos ayuda a Fernando, pero no te confundas, lo digo porque es una persona muy culta. Bueno si…, reconozco que quizás tengas razón y tal vez aproveche que el Pisuerga pasa por Valladolid, pero no me negarás que es una persona muy idónea para ayudarnos y, ¡contra!, no me dices siempre que te cae bien, pues ¿a qué vienen ahora esos remilgos?
No, que no me enfado tonta, es que a veces me pongo susceptible; es eso, nada mas, te lo aseguro. Verás, creo que lo primero que tenemos que hacer es buscar la forma de convocar un Certamen original. Nada de epatar a base de un premio de cuantiosa dotación. Tampoco quiero obviar el dinero, pero si me gustaría que no fuera lo mas importante y además de alguna manera debemos conseguir que también figure la abuela; definitivamente si, porque se lo merecía, aunque siempre haya estado en la sombra y la pena es que muriera tan pronto.
También con ella te hubieras llevado muy bien, solo que hubiera tenido que ser allí, porque de ningún modo hubiera consentido en salir de su tierra. Fíjate que se me hace que ese, y solo ese, podía haber sido el único motivo que, hipotéticamente hablando, le llevara a pensar en separarse del abuelo. Claro que no hubo caso mientras vivió, ¡pues no era listo ni nada el abuelo! Como para no tener muy presente con quien se jugaba los cuartos. Solo se lo planteaba de vez en cuando, aunque creo que nunca en serio y lo hacía únicamente para hacer rabiar a la abuela. Y lo conseguía, vaya si lo conseguía, creo que eran las únicas veces que mi madre perdía un poco los estribos. No quería ni oír mencionar eso de viajar a la tierra del abuelo. Se ve que estaba al cabo de la calle, como es natural, porque recuerdo muy bien como terminaban aquellas rabietas, diciendo la abuela. <>
Oye, ¿sabes que nos has tenido mala idea, con eso de regalarle por sorpresa a cada participante en el Certamen una biografía de mis padres? Porque, además, a mayor número de participantes mas barata nos sale la edición. No, si vas a tener a quién parecerte. Y tienes razón; claro que la tienes, es una buena forma de difundir el relato de sus vicisitudes. Primero las de cada uno por separado y luego las de la vida en común; eso, como si fueran las corrientes de dos ríos que terminan confluyendo en solo cauce. Me gusta, me gusta la idea.
Lo que no alcanzo a ver, es como lo vamos a enfocar, pues no me hace ninguna gracia figurar y si acaso, como mucho, hasta poco antes de casarme y admitiendo que solo debo salir de manera muy difuminada; no quiero, ni debo, restarles protagonismo. ¿Estás de acuerdo?
No, la verdad es que para eso no creo que podamos contar con Fernando, nunca me ha comentado que haya escrito nada; o sea, aparte de postales y cartas, no le veo muy ducho en la materia, aunque imaginación no le falta, desde luego. Eso lo tiene que hacer alguien acostumbrado a novelar, pues la vida de las personas es como una novela y así es como hay que contarla. Habrá que buscar bien entre la gente del pueblo, seguro que encontraremos a alguien capacitado, alguno que apunte maneras de escritor y a buscarle, si que nos puede ayudar Fernando.
¡No, no me lo reproches porque no tienes razón! De ninguna manera voy a admitir que esté obsesionada con Fernando. Admito que estoy a gusto a su lado, que confío mucho en su criterio, pero enamorada, lo que se dice enamorada, de ninguna manera. Que no niña, que porque me coja de la mano, eso no quiere decir nada. ¡Bah!, figuraciones tuyas y vamos a dejar el tema que acabas haciéndome decir cosas que no quiero decirte, ¡ea!
Que sepas que me encontré al Alcalde el otro día en la plaza y le comenté de pasada el tema del Certamen literario No te puedes hacer idea de lo que le gustó. Me propuso que habláramos mas despacio del asunto y en su despacho. Quedó en que le diría a su secretaria que me diera cita para un día concreto y así poder desarrollar todo ordenadamente. De colaborar en el patrocinio no habló nada, pero si que me dejó caer que no quedaría mal que figurara el logotipo del Ayuntamiento para dotarle de un carácter mas oficial y de paso prestigiar el Certamen. Igual no ha sido buena idea comentárselo ahora, cuando el proyecto aún está en ciernes. Seguramente hubiera sido mejor haber posponer el decírselo, para cuando ya hubiéramos tenido el proyecto mucho mas avanzado. Tengo la sensación de que me he precipitado, pero ya no tiene remedio.
Fernando opina lo mismo.
No, por nada, se lo dije de pasada el otro día tomando el vermut y me regañó casi como lo hiciste tu, cuando te lo conté. Bueno, pero de otra manera, claro. Sí, si, enseguida hicimos las paces, no es nada rencoroso. Yo creo que es que no le conoces bien, por eso…
Hoy me ha llamado Fernando para decirme que conoce a un chico que escribe muy bien, ha ganado algunos premios literarios y todo. No es de aquí pero tiene familia en el pueblo y viene todos los veranos, en fiestas y alguna que otra vez. El conoce a la familia y se va a poner en contacto con ella. Ya me dirá algo.
Sería fantástico que tan pronto encontráramos a una persona que nos escribiera la historia de amor de mis padres, comenzando desde un poco antes de conocerse ambos. Tengo un montón de apuntes por ahí casi escondidos, restos de diarios dejados a medias, algunas cartas que se cruzaron cuando cualquiera de los dos hubo que viajar y los voy a sacar, porque seguro que necesitará fechas, nombres y detalles. La abuela escribía mucho y se notaba que se inclinaba mas por las letras; sin embargo, al abuelo le tiraban mas los números. Decía que las letras eran para pagarlas y que gracias a los números existían las letras. Supongo que era una broma, pero tampoco estoy segura de si hablaba en serio o en broma. Cualquiera sabe.
Estoy pensando que no me gustaría que en ese libro salieran las cosas tristes; la infancia de mi padre, por ejemplo, al menos no esa parte de la infancia donde perdió a su familia. Tendré que ser muy franca con el amanuense, espero que sea una persona comprensiva y no le siente mal que le quiera llevar la mano al escribir, al fin y al cabo le estaré ayudando, creo yo.
Lo de las Bases ya lo tengo, y es porque Fernando se ha molestado en recopilar un montón de ellas de los diferentes Certámenes que hay convocados a nivel nacional, lo ha hecho por medio de Internet, y entre todas ha hecho un borrador que me parece perfecto. No se, que opinarás tu; lo digo, porque como lo ha hecho Fernando y últimamente estás un poco harta de el…
Creo que el Certamen lo vamos a convocar para el otoño y por varias razones. Ya, ya se que todavía quedan casi diez meses, pero escucha mis fundamentos: El primero porque es la estación del año que mas me gusta. El segundo se debe a que es la estación del año en la que se conocieron tus abuelos, mis padres. En cuanto al tercero está basado en que no me agradan las prisas y hacerlo precipitadamente nos podría fácilmente abocar al error y en esto no quiero que cometamos ninguna equivocación. El cuarto fundamento es que hemos hecho un estudio y la mayoría de los Premios literarios se convocan en primavera, pero los de mayor prestigio se fallan en otoño. Hay un quinto, también, pero, para conocerle, tendrás que esperar al sábado. Solo entonces tendrás constancia de el; seguro que le vas a entender, y espero que hasta aprobar.
¡Que no, que no, que no, que he prometido no decir nada hasta el sábado! ¿Pues a quién va a ser?, a Fernando.
Anda no te pongas así, que no me gusta nada verte enfadada. Mira Andrea, lo siento por el, pero has ganado, porque yo no aguanto verte con esa cara otros tres días; los que quedan hasta el sábado, así que te lo voy a decir, pero a mi manera, ¿vale?
El sábado viene Fernando a cenar con nosotras dos. Le he invitado yo y sin contar contigo; ya ves, por la sencilla razón que viene dispuesto a pedirte mi mano, ¿sabes cariño?
¡Ah, por cierto! Se la concederás, ¿verdad?, aunque solo sea por darle esa satisfacción a tu abuelo.
¡Jo, que peso me he quitado de encima! Creí que no iba a ser capaz de decírselo.

Terrón de tierra
Marzo de 2.009

martes, 6 de julio de 2010

P O R L O S P E L O S


LEMA DEL BUEN ASCENSORISTA

“Tener tacto, sin tocar;
mirar sin ver;
oír, solo llover;
saber, hasta donde llegar y
a tiempo parar.”


Deambulaba Lorenzo, cabizbajo y meditabundo, por el entorno de su casa cuando casualmente tropezó con su buen amigo Carlos, que le interpeló:
-¡ Coño, Loren, ¿ qué haces tu por aquí a estas horas? !
-Ya ves, de vacaciones forzosas.
-¿ Y eso?
-Venga Charly, vamos a tomar una caña y te cuento, porque es para no creérselo.

No lejos de donde se habían encontrado estaba el bar La Carabela, lugar habitual de reunión entre los chavales del barrio. Cuando Cosme, dueño y sempiterno camarero del local, les hubo servido sendas jarras de cerveza, buscaron una mesa discreta para que Lorenzo pudiera poner al corriente de sus desventuras a Carlos.

“Todo empezó ayer por la mañana. Como todos los días, y más desde que me ascendieron de Botones a Ascensorista, madrugué para estar pronto en mi puesto de trabajo, porque me gusta revisar la cabina, limpiarla y comprobar que todo funciona a la perfección antes que llegue el personal. Casi siempre la primera en hacerlo es Tina, la secretaria del Director, que dicho sea de paso está de toma pan y moja. Solo que por mas que lo intento, yo, de mojar, nada de nada pero da gusto acompañarla hasta la planta diecisiete. Vamos es algo que te pone a cien y, créeme, vale la pena madrugar solo por verla. La digo muchas veces que deje ya a su anciano novio y me dedique a mi algo de su tiempo libre. Ella me contesta que cuando mi madre la contrate como canguro ya lo hará, porque huelo a “Nenuco” que apesto. Contraataco diciéndole que si me quiere cambiar los “Dodotis” allí mismo, pero me contesta que no ha empezado su jornada laboral todavía. Le replico con que ha equivocado la profesión porque parece la mujer de la limpieza y cuando me pregunta que ¿por qué?, sin cortarme un pelo la digo que por el polvo que tiene. Siempre andamos con este tipo de bromas que acaban dándome un cariñoso pescozón cuando llegamos a la diecisiete.

Pero ayer, a lo que íbamos, fue distinto. Bajaba más contento que unas castañuelas, tras haberme dado una ración de vista de las que hacen época, porque Tina venía con una blusa semitransparente y una minifalda de escándalo. Para colmo se la cayó el monedero y antes de que me diera tiempo a agacharme ya lo había hecho ella y me dejó verle, sin querer; claro, hasta el “oremus”. Imagínate como bajaba yo. Total, no hago mas que llegar al vestíbulo, abro la puerta y aparece un tío que a mi me sonaba de algo, pero que, para desgracia mía, no le reconocí. Le doy los buenos días y le pregunto, ¿ a qué piso va ? ¡ Jodeeeer, en que hora lo dije ! ¿Qué pasa Lorenzo, desayuna usted con cazalla o qué?
Mira, me subió al instante el desayuno, un modesto café y una tostada, a la boca y en unos segundos no supe que contestar. Aquel fulano me resultaba vagamente conocido y de buena gana le hubiera dado una contestación fuera de tono, pero, a Dios gracias, me acordé de ese anuncio de la “tele” en que un listillo se encuentra a la puerta de su oficina a una mujer que está muy buena y se la quiere ligar y cuando comienza la faena ella le contesta que está esperando a su marido, que aparece en ese momento y resulta ser nada menos que el Director de la Empresa. Pues algo así pensé yo que me podía pasar. Total que me armo de paciencia y le digo que me disculpe, que su cara me es conocida pero dado que veo a tanta gente al cabo del día pues que no caigo en esos momentos quién puede ser. O sea, me dice, a ascensor parado todavía, que has bebido tanto o estás drogado hasta las cejas, que ya no conoces a Don Emilio, Director General de la Empresa, ¿no? ¡Bueno, bueno, bueno, el soponcio que me entró! A todo esto yo no hacia mas que mirarle y remirarle y desde luego que parecerse se parecía mucho, pero no era él, ¡que iba a ser él! Don Emilio tiene una mata de pelo la mar de frondosa y el fulano que se encaraba conmigo lucía una alopecia galopante. Ni corto ni perezoso, atajo por lo sano y de buenas a primeras le digo que él no puede ser don Emilio, porque aquel tiene una mata de pelo muy respetable en todos los sentidos en contraste con su calva. Como dicen los andaluces, se le mudó la color, se vuelve hacia el espejo del ascensor a sus espaldas, a la vez que se echa mano a la cabeza y suelta un rotundo “me cago en la leche del peluquín”. A duras penas pude contener la risa y a todo cisco apreté el botón de su planta. Ya estaba mi enigma resuelto, pero me esperaban diecisiete plantas que subir juntos. Un trago.

Nada más arrancar el ascensor le oigo exclamar: ¡¿Que hace insensato?! Pues que voy a hacer, llevarle a su piso, ¿no? Pues no, naturalmente que no. Para ahora mismo este chisme y bájame a la calle. Como pude, le hice ver que ya no se podía detener la marcha, so pena de que pulsáramos la alarma y entonces iba a ser peor el remedio que la enfermedad, puesto que lo que pretendía es que no le viera nadie. Le propuse impedir que las puertas se abrirán al llegar a la diecisiete y bajar directos sin parar en ningún piso; ya que eso si estaba a mi alcance lograr. Accedió a regañadientes pero el camino de bajada fue un calvario. Por un lado la risa, que apenas podía contener y, por otro, pensar en las consecuencias posteriores si las cosas no salían como urdía a toda prisa. Me ordenó, que apenas se abriera la puerta en el piso de abajo, bloquear la cabina y que saliera a toda prisa a la calle con él pegado a mis espaldas para evitar ser visto y le acompañara a coger un taxi. Al tiempo que me daba estas instrucciones, no dejaba de amenazarme con toda serie de calamidades si osaba contar lo ocurrido a alguien de la Empresa.

La operación camuflaje salió bastante bien, pero mi desgracia sobrevino en forma de Jefe de Servicios Generales, esperándome a la puerta del ascensor, tras apercibirse que estaba bloqueado y yo ausente. Al verme llegar de la calle, aunque intenté en vano mil y una excusa, ninguna que le satisficiera lo suficiente por lo que le rogué que me acompañara a su planta y allí, en el transcurso del viaje hasta la catorce, en la soledad de la cabina, le confesé toda la verdad. Le “exigí” juramento sobre el silencio que ambos debíamos guardar en el asunto, pero bien sabía yo que eso era lo mismo que poner un “e mail” a toda la Empresa, sin acuse de recibo. A media mañana ya podía notar sin dificultad las medias sonrisas maliciosas, los comentarios a “sotto voce” y demás demostraciones de que el asunto era “vox populi”. Lo peor estaba por llegar.

Y llegó esta mañana. Apenas me he incorporado, sin dejarme ver siquiera a Tina, me ha llamado a su despacho el Jefe de Recursos Humanos y con la educación y buenas maneras que se gastan estos fariseos de corbata, me ha comunicado que por orden del Director General, estaba suspendido de empleo y sueldo durante quince días en respuesta a mi probada difamación sobre personal directivo de la Empresa. Pero no contento con eso, el muy ladino de don Emilio ha dado instrucciones para que a mi reincorporación me busquen otro puesto de trabajo, en el que no tenga la posibilidad de verle.

Lo único bueno es que a la salida del despacho del Jefe de Recursos Humanos, me he encontrado a Tina. Estaba al corriente de todo y me ha dicho que lo sentía mucho y que me iba a echar bastante de menos y me ha dado un par de besos. ¡Huele, huele, que aún conservo el aroma de sus labios! ¡Cagüen diez, que le tengan que pasar a uno estas cosas para que le abonen su linda cara con dos besitos una moza como Tina!”
¿Otra caña, Charly?
¡Venga y fuera penas!

Narración original de Terrón de Tierra
Torrelodones, Junio de 2.006



¡BUENAS NOCHES, RESPETABLE PÚBLICO! EN PRIMER LUGAR QUIERO AGRADECER A TODOS VUESTRA ASISTENCIA A ESTE ACTO. DESPUÉS, MI AGRADECIMIENTO AL JURADO POR HABER ELEGIDO ESTE TRABAJO COMO MERECEDOR DEL PRIMER PREMIO EN EL APARTADO DE NARRATIVA. Y, POR ÚLTIMO, MI RECONOCIMIENTO AL ATENEO DE TORRELODONES, POR LA ALTRUISTA LABOR QUE VIENE DESARROLLANDO PARA FOMENTAR LA CULTURA DE NUESTRO PUEBLO. APROVECHO ESTA MAGNA OCASIÓN PARA SUGERIR A LA DIRECTIVA QUE MODIFIQUE EL NOMBRE DE ESTA CONVOCATORIA; PUES SI BIEN NACIÓ ACERTADAMENTE CON EL NOMBRE DE “VELADA POÉTICA”, AL DÍA DE HOY PARECE QUE LE ENCAJA MEJOR EL DE “VELADA CULTURAL”, DADO QUE HA AMPLIADO SU ANDADURA INICIAL, ABARCANDO MUY ACERTADAMENTE OTROS ASPECTOS DE LA CULTURA, PARA BENEFICIO DE TODOS.
IGUALMENTE QUIERO FELICITAR A TODOS LOS PARTICIPANTES EN ESTA CONVOCATORIA Y DE MANERA MUY ESPECIAL A LOS QUE ME ACOMPAÑAN A LA HORA DE HABER SIDO DISTINGUIDOS EN CUALESQUIERA DE LOS PREMIOS.

PARA ACABAR, TAL Y COMO NOS COMPROMETEMOS LOS PARTICIPANTES, DEBO LEERLES EL TRABAJO PREMIADO.
ANTES DESEO HACERLES UNA ADVERTENCIA, QUE DE NINGÚN MODO QUIERE SER UNA CURA EN SALUD. EXISTE UN VIEJO ASERTO QUE DECLARA A LOS ESCRITORES (VAYAN MIS DISCULPAS POR LA JACTANCIA DE CONSIDERARME TAL, CUANDO NO PASO DE SER UN MODESTO APRENDIZ) Y A LOS POETAS, PÉSIMOS NARRADORES DE SUS TRABAJOS.
MI NARRACIÓN ES LA DE UN EPISODIO CÓMICO Y ESPERO SER CAPAZ, APELANDO A MIS PINITOS EN EL MUNDO DE LA FARÁNDULA, EN MI LEJANA; Y BIEN LEJANA, JUVENTUD, DE DOTARLE DE LA GRACIA QUE QUISE DARLE CUANDO LA ESCRIBÍ.
SI DESPUÉS APLAUDEN, EN SEÑAL DE QUE LES HA GUSTADO, QUE DIOS LES BENDIGA. Y SIN MAYOR DILACIÓN VAMOS CON LO ANUNCIADO.
ESTÚPIDO A TIEMPO PARCIAL

Así es como definí a mi esposo tras abrazar un machismo trasnochado por culpa de sus amigotes. Formábamos una pareja normal, con los altibajos propios de la convivencia cotidiana.
Su errática conducta le llevó a levantarme la mano en una ocasión y aquel día me di cuenta que o cortaba de raíz aquello o lo iba a lamentar mientras viviera. Para luego es tarde, me dije y ni un segundo dudé en cogerle por los testículos para retorcérselos antes de recibir el primer golpe. Mientras aullaba de dolor, sin salir de su asombro, le espeté: “La próxima vez que lo intentes, te los arranco de cuajo”
Y oiga, ¿no sé por qué?, pero mano de santo; vamos, que duermo la mar de tranquila; ni separación, ni orden de alejamiento que valga.
Igual me pasé un poco, pero no me arrepiento. No que va, ya lo dice el refrán: “A grandes males, grandes remedios” Pues va a ser que sí.

Terrón de tierra
Torrelodones, Enero de 2010



PUES VA A SER QUE NO

(…y aquel día me di cuenta…)

Pues va a ser que no; que no me caso, y mira que estaba enamorada. Pero es que como decía mi madre, que en gloria esté, mas vale prevenir que curar. Estaba enamorada; cierto, pero no ciega y aquel día me di cuenta que a pesar de no haber pasado a mayores la cosa, era como haber visto el hocico al lobo bajo su piel de cordero y me dije, “nena, para luego es tarde”
Para mí, lo del matrimonio, es para toda la vida y así…, pues no es plan: denuncias, broncas y tal, ¡qué queréis que os diga!

Terrón de tierra



IMBÉCIL, PERO DE CUOTA
(…y aquel día me di cuenta…)

¡Tampoco soy tonta ni nada!; mira que haber tenido que esperar a plantearnos el vivir juntos para darme cuenta de su escasa capacidad para entender la idiosincrasia femenina. Pretendíamos hacer un somero reparto de responsabilidades y es cuando me percato que en todas las situaciones pretende quedar por encima; sobre todo en cuanto a ventajas, que no a aportaciones del tipo que fueran. Y aquel día me di cuenta, pero enseguida se lo plantee descaradamente: “Mira, tenerte siempre por encima puede ser aburrido; o sea, que o nos calentamos todos o doy una patada al brasero”
Y se la di.

Terrón de tierra

La princesa y la reina

Julia llevaba un buen rato, como era habitual en los días de fiesta, tratando de conseguir que su pequeña Nerea, despertara. Como siempre, remoloneaba a pesar de haberle descorrido las cortinas de la habitación, de haberla zarandeado discretamente y de cada poco tiempo ir gritando su nombre, habiendo dejado la puerta de su habitación abierta, mientras se afanaba en preparar los desayunos de ambas y avanzaba lo que buenamente podía en las faenas caseras. Pero nada, Nerea parecía tener un sexto sentido para detectar aquellos días que no era obligatorio levantarse para ir al colegio. También era cierto que esos otros días, su progenitora, empleaba el código cero de permisividad para evitar la menor demora en hacerle saltar de la cama e iniciar el aseo y demás preparativos. No era el caso del día que nos ocupa, porque precisamente le correspondía pasar la jornada con su padre, separado recientemente de su madre.
Acercándose por enésima vez a la habitación de su hija, con la más firme intención de sacarla de la cama, por las buenas o por las menos buenas, se encontró con que ya comenzaba a desperezarse, sin demasiado entusiasmo, pero por lo menos se hallaba sentada en la cama.
-¡Vamos, cariño, que te estás retrasando mucho y recuerda que papá está a punto de venir a buscarte ¡
-¡Jo, “Ma”, si es que no me apetece ir con él!
-Mira, nena, no digas bobadas, con la ilusión que te ha hecho siempre.
-“Ma”, ¿ qué es más una Reina o una Princesa ?.
-¿A qué viene esa pregunta ahora?.
-Tu contesta, luego te lo explico.
-Pues una Reina, porque generalmente es la madre de la Princesa-contestó Julia, muy intrigada por la pregunta de su hija.
-Entonces primero va una Reina y después una Princesa, ¿no?.
-Depende para qué, pero si; ese es el orden natural. Pero explícate, porque no entiendo adónde quieres ir a parar.
-“Ma”, ya te he dicho que luego, pero no me pienso arreglar. No quiero ir con papá. Me quedo contigo.
-Nerea, explícame lo que quieras, pero mientras te arreglas y desayunas, porque hoy es el día que te toca ir con papá y no quiero líos. Así que mas te vale dejarte de tonterías, no vaya a ser que nos pille tu padre a medio arreglar y tengamos otra trifulca.
-“Ma”, ¿qué es una trifulca?.
-Pues...mira, en estos instantes ni sé como explicártelo, pero se trata de algo muy desagradable y mas estando tu padre por medio. Espabila, y a la noche te lo aclaro con más detalle, cariño.
Julia, mientras tanto trataba de ir vistiendo a la niña, que no cesaba de poner impedimentos, consiguiendo que su madre se agobiara por momentos.
-Puedes hacerlo ahora, “Ma”, porque no pienso ir con papá.
-Mi vida, no seas cabezota; ya te he dicho que hoy te toca ir con papá y es mejor que tengamos la fiesta en paz. Vamos a ver, ¿por qué, ahora, de pronto, no te apetece pasar el día con papá?.
-Pues porque yo antes era su Princesa y ahora que se, porque tú me lo has dicho, que ser Reina es más que ser Princesa, pues que se quede con su Reina.
Julia escuchó atónita a la pequeña, sin saber que responder y antes de ocurrírsele una contestación oportuna, Nerea, volvió con una nueva pregunta.
-“Ma”, cuándo papá y tu vivíais juntos, ¿él te decía que eras su Reina?.
-¡ Ejem!- titubeó confundida Julia, antes de acertar a contestar a la
pequeña- digamos que sí, que así me llamaba casi siempre.
-Pero ahora ya no eres su Reina, ¿verdad ?.
-Pues...no, la verdad es que ya no soy su Reina, pero eso no importa nada
entre nosotras.
-A mí sí que me importa. Porque si tú no eres su Reina, yo no quiero ser su
Princesa; además es que no me gusta nada su Reina de ahora.
-Pero, ¿por qué? El sigue siendo tu papá y te quiere mucho. Eso no tiene nada que ver con el que yo haya dejado de ser su Reina.-dijo, tratando de restar importancia al comentario de la pequeña.
-Ya, pero es que tu eres muy diferente a su nueva Reina.
-Bueno, es lógico que a ti te guste yo más que ella, porque eres mi hija y lo natural es que me quieras; como madre tuya que soy, pero verás como poco a poco te vas a encariñar con esa mujer. Por cierto, que no sé cómo se llama, ¿tu si?
-Pues claro, “Ma”. Se llama Rosa, pero papá siempre le dice Reina o
cariño. ¿A ti te llamaba igual?
-Pues, si, por el estilo. De todas formas creo que casi siempre es lo mismo: Empieza una por ser Reina y acaba por ser cortesana, pero eso son cosas que a ti no te interesan ahora, ya te irás enterando con el tiempo, así que
abrevia, que papá ya estará a punto de llegar.
-“Ma”, ¿cómo te tengo que decir, que me quiero quedar contigo?
-Ya, ¿y si yo estoy esperando a un Príncipe que me saque a pasear, que?.
-No importa, pues si es un Príncipe, preferirá pasear conmigo, que soy una
Princesa. Recuerda “Ma”, yo soy una Princesa. A mí no me han quitado la
corona.
-¿Quién te ha dicho que a mí me la hayan quitado, eh?.-contestó Julia,
fingiendo un morrocotudo enfado.
-Nadie, pero si antes eras la Reina de papá y ahora es Rosa, pues será
porque te has dejado quitar la corona, ¿no?.-argumentó Nerea, con infantil
lógica. Al ver la cara de perplejidad de su madre, trató de consolarla,
aunque no dejaba de ser una reflexión que ya se había hecho antes muchas otras veces.
-Lo que no me explico es por qué: Tú vales mucho más que su nueva Reina.
-¡Menos mal!.
-¿Verdad?. Mejor para nosotras; Estamos muy bien solas.
-Ya, pero si mamá encuentra un nuevo Rey, que le haga tilín, ¿qué
hacemos?.
-Pues nada. Pero, ¿no sería mejor hablar con papá, por si esta Reina deja de
gustarle y vuelve a ponerte la corona? ¿No te parece?.
-No sé, no sé que decirte. Como idea no es mala. Pero habiéndose dado
tanta prisa para encontrar una sustituta, no lo veo nada claro.
-¿Si no te importa que se lo pregunte, a lo mejor, ahora, sí que me apetece
ir con ellos hoy?.
-No te hagas ilusiones cariño, pero haz lo que quieras. Pero sobre todo no
le digas nada estando su Reina delante, ¡ eh ¡

Nerea, presa de un súbito entusiasmo, desayunó como hacía tiempo
no recordaba Julia y se dejó arreglar con inusitada emoción.
-Deja “Ma”, no te preocupes. Cuando vuelva esta noche, seguro que te
traigo otra vez tu corona y volverás a ser nuestra Reina.
Julia, despidió a su hija con una enorme sonrisa aflorándole a la boca y un racimo de lágrimas a punto de inundarle los ojos.


Por Terrón de tierra.

Viaje inédito

Hace unos días en el Colegio nos dieron una nota para nuestros papás. Cuando se la entregué a mamá y la leyó, me dijo de lo que se trataba. Resulta que una señora muy rica; demasiado, me dijo mamá, que había sido alumna de nuestro Colegio, aunque de eso hacia bastantes años, iba a visitarnos porque había sido elegida como la primera mujer española en viajar al espacio como turista. Por medio de la nota se explicaban los actos previstos para ese día, además de comunicarles la suspensión de las clases de la mañana para que no lleváramos cartera ni bocadillo.
Por la noche cuando llegó papá, mamá le dio la nota y juntos la estuvieron comentando. Yo estaba haciendo los deberes pero cuando les oí hablar del tema estiré la oreja todo lo que pude y me quedé bastante intranquila. Papá era el más enfadado, pero enseguida me di cuenta que a ninguno de los dos le hacía gracia la dichosa visita. Luego, escuchando atentamente, me pude enterar de las razones de uno y de otro.
“No me parece nada bien, que por ser rica despilfarre tantísimo dinero en una capricho de esa naturaleza. ¡Vaya ejemplo para los niños!”-, decía papá.
“Mucho menos considerando la cantidad de niños que a diario mueren de hambre en el mundo”-, remataba mamá.
La verdad es que cuando escuché eso de la muerte de los niños por hambre, se me encogió el ánimo. Hasta entonces, nunca se me hubiera ocurrido pensar que nadie se pudiera morir de hambre, y menos niños; que quizás eran como yo; o sea, que muy bien podrían tener siete años o así, sin embargo debía ser cierto porque mis papás hablaban muy en serio. Otra cosa que me impresionó mucho fue cuando calcularon las personas que podrían vivir con el dinero que ella se iba a gastar. No se, no me acuerdo de la cifra, pero eran muchas, muchísimas personas que podrían salir de pobres con ese dinero. Tampoco les gustaba que visitara el Colegio, porque pensaban que podía ser un mal ejemplo e insistieron mucho los dos en eso, pues también estaban de acuerdo.
“Los niños y los no tan niños, pueden creer que todos los caprichos se pueden conseguir a base de dinero y el hecho de no tenerlo les produce frustración. Es un mal ejemplo, porque se educa, aunque sea sin querer, en el consumismo y el materialismo” A mí, aquellas palabras, la verdad, no me decían nada, pero escuchándoselas a papá, sabía que no podían querer decir nada bueno. A lo mejor era el tono, o yo qué se.
Tras cenar, me fui a la cama muy inquieta. Dormí mal porque soñé mucho sobre lo que papá y mamá habían estado diciendo la noche anterior. Unas cosas no terminaba de entenderlas del todo y otras me parecían increíbles.
A la mañana siguiente, mientras caminaba con mamá a solas hacia la parada del autobús escolar le pregunté con mucho cuidado, como si solo hubiera escuchado un poco de todo lo que hablaban. Me regañó por prestar atención a las conversaciones de los mayores cuando tenía que estar centrada en estudiar y hacer los deberes. Bueno, se enfadó pero no mucho. Además me lo fue explicando todo mucho mejor, para que lo entendiera, sin embargo me pidió que no lo comentara con nadie.
Dos días más tarde; o sea, ayer, se produjo la esperada visita
Todos los niños del Colegio andábamos muy excitados. A media mañana nos bajaron al patio, a esperar la llegada de la señora. Tuvimos que aguardar poco porque enseguida llegó en un coche enorme. También vinieron con ella muchas otras personas. Alguien dijo que eran Autoridades y Periodistas. Había mucho revuelo de gente: Fotógrafos y señores con cámaras de televisión, menudo follón.
Al principio a ella casi no la podíamos ver porque estaba rodeada de gente mayor. Sería por eso que nos llevaron al salón de Actos, a esperar que le enseñaran todo el Colegio, porque dijeron que después pasaría a saludarnos. Tuve suerte y me colocaron muy cerca del escenario, así la pude ver bien. Todo el mundo estaba muy contento, no sé si era porque íbamos a perdernos todas las clases de la mañana, pero yo estaba un poco preocupada después de todo lo que había escuchado a mis padres.
No entendía que los otros niños estuvieran tan alegres, sabiendo lo de los niños que se mueren a diario de hambre y todo eso. A lo mejor era que nadie se lo había dicho porque si no, no me lo explicaba. Lo de perder la clase estaba bien pero, ¡jo!, con lo del hambre y la muerte de los niños yo no vivía en paz.
Mientras esperábamos nos pusieron un documental sobre viajes espaciales. Era muy divertido ver como los señores que iban en la nave se movían como a cámara lenta y no se podían quedar quietos, enseguida terminaban en el techo. Parecía que estaban haciendo payasadas todo el tiempo. Nos reímos bastante, sobre todo cuando querían coger cualquier objeto que estaba como flotando y se les escapaba varias veces.
Por fin llegó la señora, llevando un enorme ramo de flores que le habían regalado. Saludó muy simpática y enseguida la acomodaron en una silla en el centro de la mesa. A su lado estaba el Director y varios Profesores. Los Fotógrafos y los de la Televisión no paraban de enfocarle desde distintos ángulos. No sé como la señora podía aguantar tanto jaleo en torno suyo, aunque la verdad es que parecía que le gustaba mucho porque no dejaba de sonreír.
Habló en primer lugar el Director. Nos contó, muy brevemente; bueno, según él, porque a nosotros se nos hizo un poco largo, la vida de la señora, sobre todo lo relacionado con su paso por el Colegio. Después algo de su vida particular y terminó ensalzando la heroica gesta que iba a protagonizar.
Aplaudieron mucho cuando terminó; yo, algo menos.
A continuación comenzó a hablar la señora. A ratos parecía que se emocionaba. Otros recordaba a una actriz declamando su papel. Luego trató de hacerse la interesante, dando mucha importancia al viaje que iba a realizar; como si realmente fuera una hazaña. A ella le aplaudieron mucho más cuando acabó; todos menos yo, claro, cada vez me gustaba menos aquello. Me parecía todo muy raro y por momentos me acordaba de lo que había oído y escuchado de boca de mis padres.
No tuve la culpa de nada o de casi nada. Fue ella, la señora, la que me provocó. Yo ni siquiera alcé la mano cuando pidió que le preguntáramos lo que quisiéramos y viendo que nadie se atrevía me señaló a mí, precisamente a mí. ¿No sé por qué?
Me puse en pie y enseguida tenía un micrófono delante. Desde siempre mis padres me habían inculcado la importancia de decir por encima de todo la verdad, de no mentir. Pues eso, que cuando la señora me preguntó la opinión que tenía de su viaje, me acordé que no debía mentir y así, de golpe se lo solté todo:
“ Pues a mí me parece mal, porque según me han explicado mis padres, con el dinero que usted se va a gastar en el viaje; que a ellos les parece que no es más que un capricho, podía evitarse que muchos niños murieran de hambre”
Tenía más cosas para decir, pero como noté que se hacía un silencio total, que a la señora se le había borrado la sonrisa de la cara y que todos los Fotógrafos, mas los Cámaras de televisión me enfocaban y en resumidas cuentas que todo el mundo me miraba a mí y que yo no veía a nadie de los nervios que me entraron al ver el desconcierto general, me callé. Ya no dije más.
Tampoco me hubieran dejado. Unos; los Profesores, me querían sacar de allí a toda costa. Otros; los Periodistas, querían seguir preguntándome. El barullo que se formó fue tremendo. La señora, según me dijeron después, se desmayó. La verdad es que yo no me lo creo del todo. Me parece, que más bien hizo que se desmayaba para evitar otras preguntas, como al final sucedió porque no dejaron preguntar a nadie detrás mío. De allí se la llevaron en volandas y ya no la volvimos a ver.
El alboroto fue impresionante y mientras muchos acompañaban a la señora, no pocos me asediaban a preguntas. Yo seguía en mis trece de permanecer callada, entre otras cosas porque estaba asustada del lío que se había formado. Oí muchas cosas, pero quizás lo que mejor se me quedó grabado fue el reproche de una de las Profesoras:” ¿Te habrás quedado a gusto, guapa?”
En medio de aquel desbarajuste, se me acercó una muchacha muy agradable y se ofreció para llevarme a casa. Se lo agradecí infinito.
Con mucha autoridad me cogió de la mano y abriéndose paso entre todos, alegando la necesidad de llevarme a casa, me sacó de allí. Tenía el coche casi a la puerta y enseguida estábamos las dos solas, circulando rumbo a mi domicilio.
Antes de llegar me preguntó amablemente si tenía sed. Y claro que la tenía. Me invitó a un refresco en una cafetería, ya muy cerca de mi casa. Mientras bebíamos, comenzó a interesarse por las intenciones que tenía al decirle a la señora lo que le había dicho. Quiso saber si era verdad que mis padres me habían hablado así, también quiso que le contara otras opiniones sobre el viaje y sobre la señora que me hubieran comentado mis padres. Lo cierto es que como estaba agradecida a como se había comportado conmigo, no tuve inconveniente en contarle todo de pe a pa.
Esta mañana mis padres no me han dejado ir al Colegio, dicen que todavía es pronto, después de lo que pasó ayer. Antes de incorporarme a clase de nuevo mi padre quiere ir a hablar con el Director y con mis Profesores.
Papá ha madrugado para comprar unos cuantos periódicos. En todos viene la noticia y sobre todo, porque Cris, la joven que tan amablemente me acompañó a casa, es periodista. Ha escrito mucho sobre el tema, incluso en algunos diarios sale mi foto pero la noticia no soy yo, es la señora. Ha cancelado el viaje y ha decidido entregar el importe del mismo a varias ONGs.
En mi casa, tras haber leído papá la noticia, estamos muy contentos. Lo que no sé, es ¿cómo me recibirán en el Colegio?
Esta es la historia de un viaje inédito, que ya sabéis como acabó.
Ahora falta saber cómo acabaré yo... y, ¡jolines!, un poquito de miedo si tengo.
Terrón de tierra
Torrelodones, 3 de Septiembre de 2.009

Soliloquio de un juglar inquieto

Heme aquí hogaño, a las puertas de San Millán de la Cogolla, afanado en saciar mis conocimientos en el arte del Mester de Çlerecía, pues harto conozco el de Ioglaria, por haber sido la base de mi sustento diario, recorriendo Comarcas, Predios o Feudos, do la buenas gentes del lugar quisieran oírmelas fablar.
Quiero fablar curso rimado por la cuaderna vía, a sylabas contadas que es gran maestría, por eso pernocto junto a San Millán y acudo a clase diaria con los monjes, pues hollando esos polvorientos caminos para deleitar a las buenas gentes con mis romances, usando el lenguaje de Ioglaría, tuve conocimiento del Román paladino, traído como buena nueva por Gonzalo de Berceo: Quiero fer una prosa en roman paladino, en el cual suele el pueblo fablar a su vecino.
Atravesé antaño la erudita Salamanca, plaza importante en presente y futuro dentro de las letras, crisol de enseñanzas y embrión de saberes. Conocí de primera mano los estudios Salmaticenses y vide grande porvenir en materia de cultura que allá se enseña con gran diversidad de materias.
. Pernocté, jornadas varias, en el muy ilustre Monasterio de Silos, do saqué muy grata impresión de la labor del monje riojano Domingo, ansi como me quedó grabada la máxima del prólogo de la Orden Benedictina: Hodie si vocem eius nolite obdurare corda vestra. (Hoy, sí oyereis su voz, no endurezcáis vuestro corazón)
Vide en persona los avances del Scriptorium silense, con grandes aportaciones de muy eruditos monjes, por eso me urgía llegar a San Millán, para intentar empaparme de la sabiduría que mana del “pozo” sito entre estas seculares piedras. Id est; o sea, esto es.